Suena
el suave tema musical de la campaña de mercado. La cámara se mueve de un lado a
otro, muchos niños corriendo, personas alegres saltando, parecían haber
descubierto una nueva forma de vida, posiblemente una utopía que se armaba a
sus pies. Todos en busca del objeto sagrado, el nuevo dios de la humanidad,
aquel que todo lo podía hacer: cabe en la palma de la mano, sí que es portátil,
admirada dice una ama de casa de mediana edad; Cientos de juegos, dice el niño
de ojos azules saltando y moviendo su manita sobre la superficie que se movía
con sus dedos, parecía asombrado; tanta maravilla sólo se podía conocer de los
ángeles, bueno, eso decía el libreto. ¿Y para qué sirve?, eso está muy claro:
todo. Así es, todo; responde el ejecutivo de sonrisa mefistofélica. Se alzaba
sobre la humanidad como el arca perdida, la fruta sagrada, la nueva cruz que
habríamos de seguir. Un gran corto sin duda alguna, muy épico, más que esa obra
en la que celebraron a Tolkien, esto no se compara, se ríe el director. La
música continúa, se mueven todos hacia el centro, hacia el nuevo aparato, ya
sea i yo no sé qué o Black yo no sé qué. Muy buen diseñada esa presentación, se
siente como aquella batalla en los campos de Pelennor, o la conferencia de
dioses a la que asistió el profesor Watkins, pensaran aquellos que ignoran la
verdadera magia detrás de tan magnificas obras, en su ingenuidad (por no
llamarlo de una forma más monstruosa) hacen críticas que fueron diseñadas por
hábiles publicistas para que aparecieran en sus mentes. Perfecto, aplaudió el
productor junto con el jefe ejecutivo de la compañía cuyas oficinas están
instaladas dónde el clima se mueve en ciclo, cerca al lugar dónde el cielo se
pinta de muchos colores al amanecer (favor, no confundirlo con las planicies de
la Patagonia o dónde están los amigables pingüinos). Existe un pequeño punto en
el que se fija el presidente de la compañía, y aquel o aquella mujer leyendo,
¿qué hacen allí?. Desconcertado, el director observa, No lo sé en realidad, fue
una toma a la calle, no nos fijamos, buscábamos una pequeña vista al mundo para
embellecerla con nuestro toque mágico, le da un tono, pues, interesante, ¿no
cree? Tal vez, responde el trajeado, tal
vez. O tal vez llamaba a la libertad, piensa, dejemos así, nadie lo notara. Así
lo entregan a las masas, lo divulgan entre segmento de comedias, misterios o
dramas; algunos con un pequeño toque de genialidad que superaba el hastío de
tener que soportar el intermedio en tal programa, un intermedio para poder
sostener todo el emporio. Aunque, la mayoría, eran producciones sin sentido,
baratas, con guiones pésimos, llenos de clichés y con un nivel literario muy
cuestionable; actores exagerados, con el mismo seño en todas partes, la misma
sonrisa barata frente a cada cámara, la misma soberbia en todas partes,
¿excepciones?, claro que las habían, ¿Cuántas?, ni idea, pero pocas, con
certeza.
Salía
el pequeño corto, las ventas aparecían, la obsesión se acrecentaba, la moda se
instalaba. El deseo, vano, pasaba a necesidad, adicción a sustancias: horrorosa
claro está, a la tecnología: ¡Pero si es progreso! Argumentos baratos que defienden nada más que
una nueva estupidez colectiva. En fin, el poder de la cajita negra y quienes
sabían aprovecharlo, no estaba en la más minina duda. No falta el ser humano
perspicaz y curioso, con su mirada, ya fuera vieja y detrás de unos pesados
lentes, o nueva, con los ojos brillantes de la infancia, que percibía a otra
criatura. Enfrascada en algo que llaman lectura, un raro habito, a veces me
entra el temor de que pase a ser un tabú. Qué tanto mira, qué tanto hace,
sonríe, sí, no como los otros, no señor, éste o ésta, en serio sonríen. Tiene
un rostro pacifico, con la marca de la calma y la alegría estampada en cada
seña. Sus ojos se mueven, pero parecen estar perdidos en otra parte al igual
que los sentidos: forma parte de otro mundo. Tampoco está aislado como los que
sucumbieron a la tentación de la corporación, esos que ahora no ven más que las
pantallas y las conversaciones son en sonidos sordos que carecen del calor
humano, dicen leer, ¿se le puede llamar lectura?, si nos atenemos a la
definición que nos puede dar el cementerio, entonces sí, a eso le puede
considerar leer. Ahora, si tomamos en cuenta qué es la verdadera lectura y el
lenguaje, entramos a un callejón que tiene cientos de grafitis que repiten las
mismas palabras, en diversas combinaciones, incluso cambio de letras, al final
sólo recitan: No, eso no es ni jamás será, leer. EL resto es juego. Es como un
malo remake de una película grabada a blanco y negro, que entonces fue genial,
y la nueva versión, a pesar de todos los efectos especiales y las nuevas
posibilidades que nos da el nuevo milenio, es un completo fiasco. La primera
versión no tendría agrado al público actual, acostumbrado que las obras cinematográficas
sean lo más fieles que puedan a la realidad, creyendo que entre más cerca se
encuentre el arte de la realidad, mejor es, falsa concepción. La original no
tendrá todo el montaje de la nueva, serán disfraces a mano, con plumas y tela,
explosiones con pólvora nada potente; sin embargo, tiene la alegría, la
jovialidad, el espíritu, la pasión, el alma, eso que no tiene la de ahora. Una
mala copia, que sólo en la superficie aparenta ser la primera, en el fondo,
está tan vacía como el espacio, incluso más ( ni siquiera posee materia oscura)
Esta vaga imitación también cumple para la comunicación entre dos personas, esa
que por medio del nuevo aparato se intenta recrear, en conclusión, obviando
formalidades de la lengua, no las merece, : El aparato no sirve para un carajo.
La duda sobre cuantos poseedores de dichos aparatos conozcan la magia de la
lectura me llega a atormentar.
Así
es, está feliz, algo extraño para quienes no tienen eso que llaman a comprar,
según eso que aparece. Qué estará mirando
aquella persona. Si se mira con detenimiento veremos que el título
empieza con una R o una F, no se puede deducir con seguridad. Y el autor, es
una B, segurísimo, quién será, Borges, Benedetti, Bioy-Cáceres, Balzac, Byron, Baroja, otro
misterio. Más allá de la portada, se difumina un mundo más grande del que
podemos conocer. Uno de los observadores será muy pequeño para pensar en las
posibilidades, el más viejo tendrá más idea, se pregunta si está en la gran
biblioteca de babilonia o caminando por las lluviosas calles de parís,
acompañado de Berthe Trépat; puede ser un naufrago a punto de viajar en el lomo
de una marsopa a una isla, un Rostov sufriendo en el infierno congelado durante
las guerras napoleónicas, quizá el viejo pescador cubano enfrentándose a la
ferocidad de un gigantesco pez. El viejo se rinde, las posibilidades son
infinitas, sólo conoce la felicidad y el espléndido viaje que atraviesa ese ser
humano. Caminando entre las palabras, moviéndose sólo por un instante en los
ríos de tinta, cuando se supera la idea que ellos guardan y se mueve un poco
más lejos del pensamiento, cruzando por el jardín de los sentimientos, se
termina el primer paso: se ha aterrizado en un nuevo universo, hermoso y
delirante u horroroso y gris, sin importar las características que posea, es
mágico. Es tan profundo, o más, que el punto más hondo del océano, tan denso
como una estrella de neutrones, es diferente al que conocemos. Aquí vivimos
otra vida, una diferente, a veces más hermosa, es un sueño, uno que nuestra
conciencia genera en nuestras horas de vigilia, mientras estamos allí, la otra
vida que poseemos parece estar en un país lejano. Es nuestra, sí, lo tenemos
por seguro, aunque en esos momentos parece tan lejana, no es lo mismo, es una
aventura diferente, sin la misma libertad. En el país lejano estamos
encerrados, acá volamos, tenemos alas y las usamos, el concreto no existe, sólo
el viento, un viento eterno que viene del aliento mismo que nos dio la vida
alguna vez. Al pensar en el amazonas en el que buscamos a alguna tribu indígena
o en el hospital donde ahora deliramos tratando de diferenciar la realidad de
la fantasía, ignoramos el resto de lo que hemos vivido. Cada vez que una nueva
página tiene el número uno (por defecto la mayoría de ediciones en lengua castellana
empiezan en 9, 5, 11, 7, etc..) empezamos una nueva vida, desde cero, como
infantes dando los primeros pasos en mundo ajeno, curioseando, conociendo,
asombrados de que esto exista. A diferencia de la vida en el país lejano, aquí,
después de curiosear y admirarnos, no caemos atrapados en la prisión que el
mundo a preparado para matar la necesidad de fantasear y conocer que tiene los
niños. En este mundo, vivimos una gigantesca aventura, ya sea de tamaño mundial
como salvar a la humanidad de algún tirano, o de carácter personal, dónde nos
adentramos en la mente de alguien a escudriñarla, buscar en ella respuestas y
preguntas, sumirnos en los mismos delirios, sufrir, amar, llorar e incluso
morir. No se puede determinar con seguridad que sucederá en ese viaje, una
travesía que supera casi todas las barreras físicas posibles. Así será, por los
siglos de los siglos, tan viejas como las palabras, tan eternas como las
estrellas. Quienes logran conocer esos mundos, que más quieren de estos lares,
encantadores sin duda alguna, aunque quién sabe realmente cuál sea mejor, un
gran maestro escribió que tal vez esta vida solo fuera útil para poder soñar.
"Que toda la vida es sueño/ y los
sueños, sueños son." Así termina el acto segundo de la vida es sueño. Será
complicado que todos lo sepan, pero quienes han sucumbido a la tentación del
vicio que es maravillarse con estas obras, que más que obras son grandes
sueños, descubrirán que están inmersos en una prisión, donde la libertad no se
conoce, los tiranos siempre han gobernado, desde su pequeño truco para
enmarañar a una humanidad joven (o vieja?) y crear el estado, en fin, no se
atreverán a negar que saborean la libertad cada vez que abren esas páginas y
saltan, sí ustedes, todos los que han compartido el sentimiento, lo saben.
Quién lo niega no tiene alma o habrá dejado que la sociedad asalte su cerebro
para quitarle todo pensamiento propio. Describir las maravillas de leer sólo se
puede hacer en una novela, poema, cuento u obra teatral; nadie se atreve a
decir que el gran Hidalgo no es una muestra de lo que es vivir un sueño, ese héroe
gracioso revivió todo lo que un día soñó, y lo transformó en otro sueño, al
final "despierta" para regresar a la "cordura" pero
cervantes dejó grabada en toda la obra lo que significa leer, soñar y
vivir. Alonso Quijano realmente
despertó, o cayó en una pesadilla al dejar sus andanzas, lo tildaron de loco,
sin embargo, antes de morir, podría jurarlo, él se dio cuenta que no había
tenido nada más importante en su vida que esa loca aventura, por primera vez
había vivido: él fue Don Quijote de la Mancha, el más grande caballero andante
de todos los tiempos. Cervantes no lo escribió, pero, alego que muchos
aceptarán mi conclusión: el último pensamiento que habrá atravesado la cabeza
de ese viejo habrá sido "Yo soy Don Quijote de la Mancha" él, sobre
Rocinante y junto a su leal escudero. Una sonrisa en el rostro del viejo, y su
ascenso al paraíso. Un ejemplo de la literatura universal, de los más
conocidos. Salir de ese mundo es como volverse a dormir, retornar al sueño,
pesadilla, o lo que sea, ese recurrente, repetitivo, el cual estamos obligados
a vivir. Estamos de partisanos en Yugoslavia, viendo el hermoso paisaje, un
venado que pasa, el agua cristalina, esperando la libertad que conseguiremos,
preparados para dar nuestras vidas para eliminar a ese enemigo con sed de
sangre que envenena nuestras agua y esclaviza a las mujeres y niños mientras
masacran a los adultos. Un repentino ruido, fuerte y explosivo, el chirrido de
un auto al frenar, el gritó de un peatón enfurecido, la rabia del vecino porque
su maldita lavadora no funciona, nos saca de ese estado. Dejemos el paraíso
natural para recordar donde estamos, aunque sea una actividad solitaria, lo más
probable es que en muy pocas ocasiones nos sintamos tan acompañados. Nos podrán
haber raptado de ese lugar, aún así su atracción es tan grande, tan poderosa,
nos toma un instante retomar el lugar dónde estábamos, volver a la fantasía que
nos sabemos si es realidad, escapando de todo, liberándonos, tal vez sea, viviendo
por primera vez.
Quién
haya leído sabrá lo que es la libertad, la paz, conocerá el alma tal y como es,
reconocerá la unión universal que tiene un libro con sus lectores. Ya que por
fin ha saboreado el verbo: "libre", no se dejará tentar por tantos
ataques a dejar la consciencia individual para convertirse en una máquina útil,
algunas veces podrá caer, dejarse llevar por un rato, criaturas débiles somos.
Sin embargo, siempre habrá de retornar a su maravilloso paraíso, no tiene que estar
lleno de ángeles, tal vez la paz de dios no esté en todas partes, pero es su paraíso, su maravilla, su sueño, su
vida. Espero que tú, alma curiosa, espíritu apasionado, puedas cruzar los
agobiantes valles de concreto, superar las escarpadas laderas de la montaña y
arribar a la planicie donde un edén aguarda. Eso es leer, conocer el Edén.