lunes, 2 de julio de 2012

Aquel que lee un libro


Suena el suave tema musical de la campaña de mercado. La cámara se mueve de un lado a otro, muchos niños corriendo, personas alegres saltando, parecían haber descubierto una nueva forma de vida, posiblemente una utopía que se armaba a sus pies. Todos en busca del objeto sagrado, el nuevo dios de la humanidad, aquel que todo lo podía hacer: cabe en la palma de la mano, sí que es portátil, admirada dice una ama de casa de mediana edad; Cientos de juegos, dice el niño de ojos azules saltando y moviendo su manita sobre la superficie que se movía con sus dedos, parecía asombrado; tanta maravilla sólo se podía conocer de los ángeles, bueno, eso decía el libreto. ¿Y para qué sirve?, eso está muy claro: todo. Así es, todo; responde el ejecutivo de sonrisa mefistofélica. Se alzaba sobre la humanidad como el arca perdida, la fruta sagrada, la nueva cruz que habríamos de seguir. Un gran corto sin duda alguna, muy épico, más que esa obra en la que celebraron a Tolkien, esto no se compara, se ríe el director. La música continúa, se mueven todos hacia el centro, hacia el nuevo aparato, ya sea i yo no sé qué o Black yo no sé qué. Muy buen diseñada esa presentación, se siente como aquella batalla en los campos de Pelennor, o la conferencia de dioses a la que asistió el profesor Watkins, pensaran aquellos que ignoran la verdadera magia detrás de tan magnificas obras, en su ingenuidad (por no llamarlo de una forma más monstruosa) hacen críticas que fueron diseñadas por hábiles publicistas para que aparecieran en sus mentes. Perfecto, aplaudió el productor junto con el jefe ejecutivo de la compañía cuyas oficinas están instaladas dónde el clima se mueve en ciclo, cerca al lugar dónde el cielo se pinta de muchos colores al amanecer (favor, no confundirlo con las planicies de la Patagonia o dónde están los amigables pingüinos). Existe un pequeño punto en el que se fija el presidente de la compañía, y aquel o aquella mujer leyendo, ¿qué hacen allí?. Desconcertado, el director observa, No lo sé en realidad, fue una toma a la calle, no nos fijamos, buscábamos una pequeña vista al mundo para embellecerla con nuestro toque mágico, le da un tono, pues, interesante, ¿no cree? Tal vez, responde  el trajeado, tal vez. O tal vez llamaba a la libertad, piensa, dejemos así, nadie lo notara. Así lo entregan a las masas, lo divulgan entre segmento de comedias, misterios o dramas; algunos con un pequeño toque de genialidad que superaba el hastío de tener que soportar el intermedio en tal programa, un intermedio para poder sostener todo el emporio. Aunque, la mayoría, eran producciones sin sentido, baratas, con guiones pésimos, llenos de clichés y con un nivel literario muy cuestionable; actores exagerados, con el mismo seño en todas partes, la misma sonrisa barata frente a cada cámara, la misma soberbia en todas partes, ¿excepciones?, claro que las habían, ¿Cuántas?, ni idea, pero pocas, con certeza.
Salía el pequeño corto, las ventas aparecían, la obsesión se acrecentaba, la moda se instalaba. El deseo, vano, pasaba a necesidad, adicción a sustancias: horrorosa claro está, a la tecnología: ¡Pero si es progreso!  Argumentos baratos que defienden nada más que una nueva estupidez colectiva. En fin, el poder de la cajita negra y quienes sabían aprovecharlo, no estaba en la más minina duda. No falta el ser humano perspicaz y curioso, con su mirada, ya fuera vieja y detrás de unos pesados lentes, o nueva, con los ojos brillantes de la infancia, que percibía a otra criatura. Enfrascada en algo que llaman lectura, un raro habito, a veces me entra el temor de que pase a ser un tabú. Qué tanto mira, qué tanto hace, sonríe, sí, no como los otros, no señor, éste o ésta, en serio sonríen. Tiene un rostro pacifico, con la marca de la calma y la alegría estampada en cada seña. Sus ojos se mueven, pero parecen estar perdidos en otra parte al igual que los sentidos: forma parte de otro mundo. Tampoco está aislado como los que sucumbieron a la tentación de la corporación, esos que ahora no ven más que las pantallas y las conversaciones son en sonidos sordos que carecen del calor humano, dicen leer, ¿se le puede llamar lectura?, si nos atenemos a la definición que nos puede dar el cementerio, entonces sí, a eso le puede considerar leer. Ahora, si tomamos en cuenta qué es la verdadera lectura y el lenguaje, entramos a un callejón que tiene cientos de grafitis que repiten las mismas palabras, en diversas combinaciones, incluso cambio de letras, al final sólo recitan: No, eso no es ni jamás será, leer. EL resto es juego. Es como un malo remake de una película grabada a blanco y negro, que entonces fue genial, y la nueva versión, a pesar de todos los efectos especiales y las nuevas posibilidades que nos da el nuevo milenio, es un completo fiasco. La primera versión no tendría agrado al público actual, acostumbrado que las obras cinematográficas sean lo más fieles que puedan a la realidad, creyendo que entre más cerca se encuentre el arte de la realidad, mejor es, falsa concepción. La original no tendrá todo el montaje de la nueva, serán disfraces a mano, con plumas y tela, explosiones con pólvora nada potente; sin embargo, tiene la alegría, la jovialidad, el espíritu, la pasión, el alma, eso que no tiene la de ahora. Una mala copia, que sólo en la superficie aparenta ser la primera, en el fondo, está tan vacía como el espacio, incluso más ( ni siquiera posee materia oscura) Esta vaga imitación también cumple para la comunicación entre dos personas, esa que por medio del nuevo aparato se intenta recrear, en conclusión, obviando formalidades de la lengua, no las merece, : El aparato no sirve para un carajo. La duda sobre cuantos poseedores de dichos aparatos conozcan la magia de la lectura me llega a atormentar.
Así es, está feliz, algo extraño para quienes no tienen eso que llaman a comprar, según eso que aparece. Qué estará mirando  aquella persona. Si se mira con detenimiento veremos que el título empieza con una R o una F, no se puede deducir con seguridad. Y el autor, es una B, segurísimo, quién será, Borges, Benedetti,  Bioy-Cáceres, Balzac, Byron, Baroja, otro misterio. Más allá de la portada, se difumina un mundo más grande del que podemos conocer. Uno de los observadores será muy pequeño para pensar en las posibilidades, el más viejo tendrá más idea, se pregunta si está en la gran biblioteca de babilonia o caminando por las lluviosas calles de parís, acompañado de Berthe Trépat; puede ser un naufrago a punto de viajar en el lomo de una marsopa a una isla, un Rostov sufriendo en el infierno congelado durante las guerras napoleónicas, quizá el viejo pescador cubano enfrentándose a la ferocidad de un gigantesco pez. El viejo se rinde, las posibilidades son infinitas, sólo conoce la felicidad y el espléndido viaje que atraviesa ese ser humano. Caminando entre las palabras, moviéndose sólo por un instante en los ríos de tinta, cuando se supera la idea que ellos guardan y se mueve un poco más lejos del pensamiento, cruzando por el jardín de los sentimientos, se termina el primer paso: se ha aterrizado en un nuevo universo, hermoso y delirante u horroroso y gris, sin importar las características que posea, es mágico. Es tan profundo, o más, que el punto más hondo del océano, tan denso como una estrella de neutrones, es diferente al que conocemos. Aquí vivimos otra vida, una diferente, a veces más hermosa, es un sueño, uno que nuestra conciencia genera en nuestras horas de vigilia, mientras estamos allí, la otra vida que poseemos parece estar en un país lejano. Es nuestra, sí, lo tenemos por seguro, aunque en esos momentos parece tan lejana, no es lo mismo, es una aventura diferente, sin la misma libertad. En el país lejano estamos encerrados, acá volamos, tenemos alas y las usamos, el concreto no existe, sólo el viento, un viento eterno que viene del aliento mismo que nos dio la vida alguna vez. Al pensar en el amazonas en el que buscamos a alguna tribu indígena o en el hospital donde ahora deliramos tratando de diferenciar la realidad de la fantasía, ignoramos el resto de lo que hemos vivido. Cada vez que una nueva página tiene el número uno (por defecto la mayoría de ediciones en lengua castellana empiezan en 9, 5, 11, 7, etc..) empezamos una nueva vida, desde cero, como infantes dando los primeros pasos en mundo ajeno, curioseando, conociendo, asombrados de que esto exista. A diferencia de la vida en el país lejano, aquí, después de curiosear y admirarnos, no caemos atrapados en la prisión que el mundo a preparado para matar la necesidad de fantasear y conocer que tiene los niños. En este mundo, vivimos una gigantesca aventura, ya sea de tamaño mundial como salvar a la humanidad de algún tirano, o de carácter personal, dónde nos adentramos en la mente de alguien a escudriñarla, buscar en ella respuestas y preguntas, sumirnos en los mismos delirios, sufrir, amar, llorar e incluso morir. No se puede determinar con seguridad que sucederá en ese viaje, una travesía que supera casi todas las barreras físicas posibles. Así será, por los siglos de los siglos, tan viejas como las palabras, tan eternas como las estrellas. Quienes logran conocer esos mundos, que más quieren de estos lares, encantadores sin duda alguna, aunque quién sabe realmente cuál sea mejor, un gran maestro escribió que tal vez esta vida solo fuera útil para poder soñar. "Que toda  la vida es sueño/ y los sueños, sueños son." Así termina el acto segundo de la vida es sueño. Será complicado que todos lo sepan, pero quienes han sucumbido a la tentación del vicio que es maravillarse con estas obras, que más que obras son grandes sueños, descubrirán que están inmersos en una prisión, donde la libertad no se conoce, los tiranos siempre han gobernado, desde su pequeño truco para enmarañar a una humanidad joven (o vieja?) y crear el estado, en fin, no se atreverán a negar que saborean la libertad cada vez que abren esas páginas y saltan, sí ustedes, todos los que han compartido el sentimiento, lo saben. Quién lo niega no tiene alma o habrá dejado que la sociedad asalte su cerebro para quitarle todo pensamiento propio. Describir las maravillas de leer sólo se puede hacer en una novela, poema, cuento u obra teatral; nadie se atreve a decir que el gran Hidalgo no es una muestra de lo que es vivir un sueño, ese héroe gracioso revivió todo lo que un día soñó, y lo transformó en otro sueño, al final "despierta" para regresar a la "cordura" pero cervantes dejó grabada en toda la obra lo que significa leer, soñar y vivir.  Alonso Quijano realmente despertó, o cayó en una pesadilla al dejar sus andanzas, lo tildaron de loco, sin embargo, antes de morir, podría jurarlo, él se dio cuenta que no había tenido nada más importante en su vida que esa loca aventura, por primera vez había vivido: él fue Don Quijote de la Mancha, el más grande caballero andante de todos los tiempos. Cervantes no lo escribió, pero, alego que muchos aceptarán mi conclusión: el último pensamiento que habrá atravesado la cabeza de ese viejo habrá sido "Yo soy Don Quijote de la Mancha" él, sobre Rocinante y junto a su leal escudero. Una sonrisa en el rostro del viejo, y su ascenso al paraíso. Un ejemplo de la literatura universal, de los más conocidos. Salir de ese mundo es como volverse a dormir, retornar al sueño, pesadilla, o lo que sea, ese recurrente, repetitivo, el cual estamos obligados a vivir. Estamos de partisanos en Yugoslavia, viendo el hermoso paisaje, un venado que pasa, el agua cristalina, esperando la libertad que conseguiremos, preparados para dar nuestras vidas para eliminar a ese enemigo con sed de sangre que envenena nuestras agua y esclaviza a las mujeres y niños mientras masacran a los adultos. Un repentino ruido, fuerte y explosivo, el chirrido de un auto al frenar, el gritó de un peatón enfurecido, la rabia del vecino porque su maldita lavadora no funciona, nos saca de ese estado. Dejemos el paraíso natural para recordar donde estamos, aunque sea una actividad solitaria, lo más probable es que en muy pocas ocasiones nos sintamos tan acompañados. Nos podrán haber raptado de ese lugar, aún así su atracción es tan grande, tan poderosa, nos toma un instante retomar el lugar dónde estábamos, volver a la fantasía que nos sabemos si es realidad, escapando de todo, liberándonos, tal vez sea, viviendo por primera vez.

Quién haya leído sabrá lo que es la libertad, la paz, conocerá el alma tal y como es, reconocerá la unión universal que tiene un libro con sus lectores. Ya que por fin ha saboreado el verbo: "libre", no se dejará tentar por tantos ataques a dejar la consciencia individual para convertirse en una máquina útil, algunas veces podrá caer, dejarse llevar por un rato, criaturas débiles somos. Sin embargo, siempre habrá de retornar a su maravilloso paraíso, no tiene que estar lleno de ángeles, tal vez la paz de dios no esté en todas partes, pero es su paraíso, su maravilla, su  sueño, su vida. Espero que tú, alma curiosa, espíritu apasionado, puedas cruzar los agobiantes valles de concreto, superar las escarpadas laderas de la montaña y arribar a la planicie donde un edén aguarda. Eso es leer, conocer el Edén.









No hay comentarios:

Publicar un comentario